Fecha de publicación: Diciembre de 2013
El informe analiza los efectos del capital social en la innovación productiva en España y su comparación con cerca de una treintena de países europeos, a partir de un centenar de indicadores de encuestas internacionales. Estudia, en primer lugar, el capital social de las empresas, tanto interno, contemplando aspectos como la experiencia de trabajo, las relaciones entre los trabajadores o el trato que los trabajadores reciben de los directivos, como externo, analizando la cooperación de las empresas con otros actores y el capital social en las universidades, como formadora de investigadores y de otros trabajadores implicados en la innovación. Se detiene también en el capital social de familias y asociaciones, estudiando la familia, las redes sociales informales o amistosas, y el asociacionismo y su influencia en la innovación. Y, por último, analiza el capital social sistémico, contemplando aspectos relacionados con la confianza generalizada de los ciudadanos y su interacción con los principales actores estratégicos, como políticos y funcionarios, empresas y otros agentes del mercado, y con la cultura moral de la sociedad. El informe señala que existe una clara relación entre la «calidad» del capital social y la innovación productiva en todos los países analizados, y con la mayor parte de los indicadores utilizados y distingue en Europa tres grupos de países claramente diferenciados, según se acerquen a ese modelo de capital social afín a la innovación o se alejen de él. El primer grupo estaría formado por los países nórdicos, incluyendo a Suecia, Dinamarca, Finlandia, Noruega e Islandia, junto con Suiza y los Países Bajos, caracterizados por una capacidad de innovación más alta. El segundo lo integran los países centrales como Alemania, Austria, Bélgica, Francia, Luxemburgo, Irlanda y Reino Unido, que presentarían unas tasas medias, salvo en el caso de Alemania que se acercaría más a los niveles del primer grupo. Y, el tercer grupo, el más alejado del modelo noreuropeo, lo formarían los países mediterráneos y de la Europa del Este, caracterizados por bajos niveles de capacidad innovadora. España se situaría en este último grupo. Dos de los factores que más alejan al país de los niveles de los estados de referencia corresponden a indicadores de capital social familiar y asociativo: la emancipación extremadamente tardía de los jóvenes españoles en el contexto europeo y el escaso nivel de pertenencia a asociaciones voluntarias en España. En el caso de los indicadores de las empresas, se señala que en los últimos 30 años el modelo económico español no ha favorecido la creación de puestos de trabajo enriquecedores y que se desempeñan con autonomía. Algo similar a lo que ha ocurrido con el capital social sistémico, en el que los factores que más alejan a España de esos países siguen siendo, desde el inicio de la democracia, la distancia entre los ciudadanos y la clase política y su escaso interés e implicación en la vida pública. El informe concluye aportando una serie de sugerencias dirigidas a la mejora del capital social para la innovación en el caso español, referidas a cambios en la estructura, la cultura y las relaciones con su entorno por parte de las empresas, a reformas en el mercado laboral orientadas a dar mayor seguridad, especialmente a los jóvenes, y a favorecer la movilidad geográfica. Otras sugerencias se centran en cambios en el sistema educativo y en los modelos de enseñanza, así como en el impulso de una formación profesional de calidad y de una mayor especialiazación de las universidades españolas.
Acceder al Informe «Capital social e innovación en Europa y en España» (COTEC)